1/19/2012

Guerra Espiritual

Al hablar de oración de guerra nos referimos a una relación de emisor a receptor en la cual el emisor somos usted y yo, y el receptor en nuestro Supremo Hacedor. Igual, hay momentos en los cuales la relación se invierte y son aquellos en los que Dios nos habla al corazón.
Cuando oramos, tocamos las fibras más sensibles del corazón del amado Señor. Hace siglos Él dio una solución a Su pueblo en momentos en los que, fruto del pecado y el distanciamiento del camino, enfrentaran sequía, enfermedad y pérdidas de sus cosechas.
Él dijo: "Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:13, 14).
Es sorprendente esta declaración bíblica porque nos presenta la forma como la dimensión material, en la cual nos movemos, puede verse afectada positiva o negativamente a través de la oración. ¿Comprende la grandeza de lo que plantea este pasaje Escritural?
Ahora, si la oración se da en la dimensión de la Guerra Espiritual, nos estamos refiriendo a que enfrentamos el mundo de las tinieblas con clamor e intercesión, derribando fortalezas, tal como explica el apóstol Pablo: “Es cierto que somos humanos, pero no luchamos como los hombres de este mundo. Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que le obedezca…,.”(2 Corintios 10:3-5, versión Dios habla hoy)

Al diablo y sus huestes no los enfrentamos a gritos, taconeos ni con gestos intimidatorios. Lo enfrentamos con la autoridad de Cristo, que se afianza y fortalece en nosotros cuando oramos. Igual, si es una potestad o fortaleza la que vamos a destruir, en oración disparamos misiles eficaces desde la dimensión física que afectan la dimensión espiritual.
Una fuerza poderosa
Durante el decurso de los capítulos que siguen, descubriremos o recordaremos—según sea el caso—que la oración se convierte en una fuerza poderosa que derriba muros cuando pasamos tiempo en el secreto de Dios.
¿Qué significa esto? Que la oración libera poder de Dios. El secreto estriba en pasar tiempo en la presencia de Aquél que todo lo puede, con una actitud sincera, sin frases rimbombantes sino las que salen de lo más profundo de nuestro ser, como alguien que habla con Su mejor amigo, Padre y Dios.
Aunque ya en las páginas del Antiguo Testamento vemos a los grandes héroes orando, fue el Señor Jesús—como lo apreciamos en el Nuevo Testamento—quien le enseñó a sus seguidores—primero los discípulos y a nosotros hoy—la importancia de orar.
Clamar al Señor, como escribió el autor sagrado de la antigüedad, debe ser una de nuestras prioridades diarias: "Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela. En tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario" (Salmo 63: 1, 2).
Tenga presente siempre que la oración es uno de los principios dinámicos, poderosos y eficaces para alcanzar el crecimiento personal y espiritual que usted tanto anhela.

Tomado de estudio de guerra espiritual, por Fernando Alexis Jiménez