10/02/2011

Socorridos por el incapacitado


 “Allí le crucificaron” (Juan 19:18)
En mi desesperación clame a alguien que estaba colgado en un madero, sujetado con clavos a una cruz, a alguien que no podía moverse. Sus brazos estaban extendidos hacia mí, pero no podía abrazarme. Veía que quería correr hacia mí, pero sus pies estaban clavados al madero. Su corazón se abrió para recibir mi dolor, pero estaba deshecho, desangrado, moribundo.
“¡oh, ayúdame!”, le suplique. Su mirada se clavo en mí. Mis manos se extendieron hacia él,  como para recoger la misma vida que se le iba. Sus enemigos se burlaron de mí con desprecio. “¿Cómo puede ayudarte este, si ni siquiera puede ayudarse a sí mismo?”. Desesperada, llorando, me agarre a su cruz, manchándome con su sangre. “¡oh, ayúdame!”; le implore. Fijo sus ojos en los míos y su mirada penetro en mi alama. Entonces inclinando la cabeza, suspiro por última vez y murió, entregándome su  vida con aquel suspiro, y fue librada mi alma.




TOMADO DEL LIBRO, MEDITACIONES PARA LA MUJER (VOLUMEN 3)